domingo, 26 de octubre de 2008

Domingo

Puno Los Uros. Pueblo flotante

Por Liubomir Fernández



Un beso en la mejilla y una sonrisa pícara que se renueva cada diez segundos. Así da la bienvenida Rita Suaña Coyla a los turistas que arriban al "Qhantati", una de las cincuenta islas que conforman el archipiélago de los Uros, cuyos habitantes han hecho de las aguas del Titicaca su hábitat y sustento cotidiano.
Las islas de los Uros, en la bahía del Titicaca, a media hora en bote desde el puerto lacustre de Puno, se distinguen a la distancia como un enorme bosque amarrillo. Una vez allí descubrirá un lugar apacible y lleno de calidez humana.
"Nosotros somos dueños del lago. Aquí hemos nacido y aquí moriremos. El lago es todo para nosotros", exclama Rita, con los pies descalzos y vestida con polleras multicolores. Los isleños saben convivir con el agua. Con totora, la planta acuática del lago por excelencia, formaron islotes.


Si bien todas las islas tienen la misma característica, cada una posee una historia particular sobre cómo fue levantada. "Qhantati", por ejemplo, es una isla flotante con no más de diez años de haber sido construida.
La construcción de la isla duró siete meses. Se esperó la crecida del lago, fenómeno que sacó a flote raíces de totora. Las raíces fueron cortadas y con ellas se formaron bloques de hasta dos metros de grosor a los que se les incrustó plantones de eucalipto que se hundieron en determinado punto del lago. Los bloques unidos con sogas formaron una plataforma de totora seca sobre la cual se extendió más totora hasta crear una base firme que se convierta en un buen lugar para vivir.
En un extremo están instaladas las cocinas a leña que funcionan sobre bloques de raíces de totora, que constantemente son humedecidas para evitar un incendio. Sobre esta pequeña planicie también se desarrollan actividades agrícolas en mínima escala solo para la supervivencia. Las islas no son frágiles. Soportan el peso de cuatro escuelas primarias.
Aún se mantiene la tradición de la pesca del carachi y el pejerrey. También se practica la caza de aves y la recolección de huevos. Durante el día los hombres construyen más balsas para el traslado y paseo de los visitantes. Mientras que las mujeres se dedican a tejer y atienden a los turistas que llegan a las islas. La vida de los pobladores se está transformando a raíz de un proyecto turístico que está asegurando su subsistencia económica.


La pesca del tradicional carachi.

A las islas se llega en botes a motor que cobran diez soles por ida y vuelta. El recorrido dura dos horas, pero para quien quiera quedarse hay alojamientos especiales. Los nacionales pagan 30 soles y los foráneos 20 dólares. Se incluyen tres comidas. Ningún otro lugar turístico demanda tan poca inversión y tiene tanto que revelarnos. ¿O acaso alguna vez ha estado en un pueblo flotante?
Fuente: La República 26/10/08

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